Era el mediodía del pasado 24 de marzo, un lunes festivo soleado en Yopal, cuando una joven menor de edad fue robada en el céntrico sector de la plazoleta Ramón Nonato.
La adolescente caminaba por el sector rumbo a una papelería, cuando dos motocicletas la interceptaron. Eran tres los maleantes que le interrumpieron el paso. Uno de ellos descendió de la moto y le arrancó la cadena de oro que sus padres le habían regalado de cumpleaños.
El ladrón también intentó llevarse el celular, pero la joven no se lo permitió, por lo que el delincuente emprendió la huida. Unos metros más adelante se apoderó del bolso de una señora que se encontraba cerca y donde guardaba una suma superior a los dos millones de pesos.
Lo más conmovedor de la escena fue el espectáculo de indiferencia de los transeúntes. La víctima gritó, pidió ayuda, y a cambio recibido un profundo silencio.
Por suerte, una patrulla que pasaba por ahí persiguió y capturó a los sospechosos. Entre ellos, un menor de edad que, como revelaría después el guion judicial, era el protagonista de la jornada.
Justicia: cuando el victimario es la estrella
En la Fiscalía, la víctima descubrió el verdadero significado de ignominia. Al menor señalado del robo, le ordenaron un examen médico y otro psicológico.
Era necesario descartar y protegerlo de cualquier secuela física o emocional, a la que pudo haber quedado expuesto durante y después del hurto. También le compraron almuerzo, para evitar cualquier tipo de fatiga por inanición.
Mientras tanto, a la víctima, quien sufrió la pérdida de su cadena, no se le brindó ni un vaso de agua. Fue dejada a la deriva. Tuvo que pasar cinco horas sin comer, a la espera que el meteórico sistema judicial recibiera la denuncia.
Adicionalmente la joven y sus acompañantes tuvieron que soportar la avalancha de insultos provenientes de los familiares del sospechoso. Quienes armaron alboroto a la entrada de la Fiscalía, con serias intenciones de propinar una paliza a la denunciante.
Al final de la diligencia tuvo que salir por una puerta alterna, para evitar que fuesen agredidas. Pese a todo, la joven insistió en que hay que denunciar.
Quizá porque cree que, algún día, la justicia dejará de tratar a los ladrones como invitados VIP y a las víctimas como un cero a la izquierda.
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