En estas horas indudablemente pasamos de los problemas de vecinos hasta hablar del mundo, y sus problemas también, cada vez más agobiantes.
Es antinatural, en términos más humanos, diría, anti histórico, el que Colombia y Venezuela se separen.
Alguna vez ocurrió, en un mal momento, y no debe ocurrir, porque somos el mismo pueblo, lazos de sangre nos juntan.
Es difícil diferenciar en las herencias de los colombianos, sobre todo en la frontera, de los venezolanos que recibieron a millones de colombianos hace décadas aquí, es difícil diferenciar genes de uno y otro pueblo. Somos lo mismo, estamos mezclados por la historia, por una raíz común, estamos mezclados por la sangre.
Por tanto, separar las naciones se convierte realmente en una aventura suicida. No utilizaría peyorativos que bien merecerían, porque cualquiera que sea las formas políticas que se adopten en una u otra nación, la amistad de los dos pueblos debe mantenerse.
Eso no los enseñaron los europeos que se mataron por decenas de millones, 17 millones en la Primera Guerra Mundial, 50 en la Segunda (Guerra Mundial) y hoy han entendido que su camino es el buen vecino en primer lugar, los comercios que se fortalecen entre el vecindario, a eso le llaman globalización, paradójicamente, y la articulación en una política común, incluso, en una integración que va mucho más allá en Europa que la que hemos logrado en Latinoamérica. A pesar de nuestro discurso, los europeos han hecho más.
Por tanto, aquí después de varios años, seis, dice la prensa, vuelve un Presidente colombiano y un Presidente venezolano, a juntarse y a hablar.
Creo que debió ser casi que semanalmente y no en esos seis años, pero aquí estamos para recomenzar un camino que es difícil pero que hay que andar.
Ese camino comienza por reconstruir la frontera. La frontera está en manos de las mafias, quedo en manos de las mafias, de lo que llamamos las organizaciones multicrimen, organizaciones cuya cabeza, cuya jefatura, ya es multinacional.
Es la expresión de un fracaso en algo que se llama la guerra contra las drogas, que comenzó hace 50 años y lo que nos ha dejado hoy es desestabilización democrática, un millón de muertos en América Latina y territorios que realmente se han perdido, tanto para las sociedades como para los estados, hundiendo, incluso, a países enteros en crisis a lo largo y ancho de esas rutas de tráfico.
Hablamos del tema. Vamos a reconstruir, incluso, las relaciones que había a nivel de inteligencia para poder golpear, ya no tanto al obrero del narcotráfico, que por ahí anda, si no a los dueños del capital que son los que casi nunca se han golpeado, que son peligrosos para la estabilización política, que además demanda, ojalá, una gran conferencia latinoamericana de presidentes para reexaminar el fracaso que en las últimas cinco décadas hemos cometido.
No nos ha dejado, sino muertos, sangre, cárcel. Muertos aquí y muertos en los Estados Unidos, ya alcanzan una cifra de casi 110 mil muertos por año por una sustancia que ni siquiera se produce en ningún rincón de América que es el fentanilo.
Hemos hablado entonces de que esa frontera recobre su vigor comercial. Planteamos hacer una reunión de empresarios colombianos y venezolanos en Cartagena, que sea en Cartagena, devolviendo nuestra visita aquí.
Para que ellos mismos construyan los lazos de manera libre, que se fortalezcan las bases de un comercio, ojalá poderoso, ojalá plural, donde el pequeño campesino pueda llegar a aquí, donde el pequeño campesino de aquí pueda llegar a allá; comercio también popular, en las economías populares.
Hablamos, un poquito más allá, de llevar como una política común a la COP (27) – Cumbre Anual que realiza la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático– la defensa de la Selva Amazónica.
Como todos ustedes saben, la selva es un pilar entre cuatro, fundamental del equilibrio climático del planeta, hoy en peligro.
En peligro al equilibrio y en peligro a la especie humana, porque si se pierde ese equilibrio desaparece la humanidad del planeta y toda la vida, en un proceso que tenemos que detener y que tiene que ver con un sistema económico que usa intensivamente –y de eso hemos vivido tanto Venezuela como Colombia– del petróleo y del carbón, de los combustibles fósiles.
Un esfuerzo común de los países que tenemos responsabilidad sobre la Selva Amazónica en la COP 27, que se reúne la otra semana en Egipto, es uno de nuestros acuerdos, que Venezuela nos ayude, nos ayudemos mutuamente –ojalá, Brasil se integre, porque es fundamental y determinante– a una lucha que tiene que ser de la humanidad, que es la defensa, la revitalización, la recuperación de la Selva Amazónica como un pilar climático fundamental para la existencia humana.
Hemos hablado del fortalecimiento de la Comunidad Andina, algún día Venezuela fue parte fundadora, incluso, con Colombia. La Comunidad Andina fue la plataforma que permitió, de alguna manera, la industrialización leve de nuestros países, el balbuceo industrializador. Al debilitarse, se debilitaron los procesos de industrialización y terminamos en una situación negativa para todos los países que hicimos parte de esa Comunidad Andina.
Ahora queremos invitar a Chile, Ecuador, a Bolivia, Perú a que acepten el reintegro de Venezuela en la Comunidad Andina como miembro con todos los poderes, con todos sus derechos y deberes.
Igualmente hemos solicitado, ya lo discutirán ustedes, el que Venezuela pueda integrarse al Sistema Interamericano de Derechos Humanos.
El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, en la práctica, es la democracia liberal. esta es la convención americana.
una vez se aprobó la convención americana, lo que vino en América Latina –esa, creo, que se firmó en 1972, si mal no recuerdo–. empezó a construirse a finales de los años 60 por líderes hombres, en ese entonces la mujer estaba relegada por los hombres en el poder político –poco liberal esa actitud– por hombres que hicieron una conexión con los fundamentos de la democracia liberal y, al año siguiente, lo que vino fue el golpe de estado contra Salvador Allende.
O sea, la destrucción total de la democracia, incluso en los preceptos más liberales y fundamentales, la dictadura de (Augusto) Pinochet.
Y a partir de ahí, durante décadas, tres, las dictaduras y las guerras revolucionarias, por otro lado, que dejaron millones de latinoamericanos en el exilio y que solo tiempo después del Uruguay y Venezuela, pudieron cerrar para abrir una nueva fase que era la del ascenso político, pacífico, al poder.
Fases con sus más, fases con sus menos, que aún hoy vivimos. Yo soy, incluso, una demostración física de este nuevo periodo.
Pero hoy, ante la barbarie que se desata en el mundo, ante el avance de los fascismos, del autoritarismo, de los éxodos que son respondidos con balas en las fronteras, tanto en Europa, donde nació la palabra democracia y cerca de donde nació la ciudad de Atenas. El mar Mediterráneo se ha convertido en una fosa común.
Pero, también, aquí en nuestra América, cuando se cruza por El Darién, cuando se cruza por México, cuando se llega al río Bravo, que va mostrando la plena vigencia para el progresismo del mundo y, sobre todo, de América Latina, de defender los viejos preceptos.
Ahora nosotros tendríamos que defenderlo de la Convención Americana del Sistema Interamericano de Derechos Humanos.
Y por eso le hemos pedido a la República Bolivariana de Venezuela fortalecer ese sistema. Incluso, bajo los nuevos signos de los tiempos.
La nueva fase que vamos a vivir, que tiene esta vez que generar una verdadera integración latinoamericana en la práctica, en los hechos, en los proyectos. No solamente en los discursos.
El mundo hoy nos mira, a América Latina, precisamente por la barbarie que crece, por los tiempos políticos y las tensiones que genera la crisis climática y la incapacidad, hasta ahora, del mundo que provoca la crisis climática, de resolverla, no encuentra más que la guerra, guerra y guerra, no encuentra más que la xenofobia, no encuentra más que retornar a (Benito) Mussolini y a sus ideas.
Esa América Latina que es hoy un faro de la democracia mundial. Antaño, Bolívar, quizás, un ejemplo de eso. Seguimos ideas, tradujimos a la luz de la vela más palabras del francés con un diccionario para encontrar lo que eran las nuevas teorías democráticas y nos levantamos en armas en ese entonces y ganamos. Pero no aplicamos las teorías.
Hoy no seguimos. Hoy no hay nada que seguir. Nada en el mundo nos está diciendo tradúzcanme con el esfuerzo de la luz de las velas o de las luces hoy led, ahora nos toca a nosotros.
Hoy en cierta forma vamos solitarios, pero podemos ser una antorcha, un faro, si queremos. Y creo que nos corresponde el turno de ser faro.
Y en esa medida integrarnos, ubicar los cauces de la democracia, vincularnos al pueblo, sin el cual nada es posible, y poder alumbrar, otra vez, un siglo de las luces que se necesita.
Porque si no aparece un siglo de las luces en este siglo XXI, lo que viene es la extinción. Y entonces tenemos un papel que cumplir, un esfuerzo.
Y por eso, nuestras solicitudes a nuestra hermana República y vecina, a nuestro pueblo común, de juntarnos en este esfuerzo que comienza, que debe hacer y debe construir historia mundial, para lo cual tenemos que ser audaces, dialogantes, seductores, abiertos, amplios, porque no tenemos ninguna receta sobre la cual guiarnos.
La única, el instinto. La única, nuestro propio pensamiento. La única, nuestra propia historia. La única, la experiencia mundial.
Sobre ellos prender la antorcha para gritar democracia y libertad. Y esa es nuestra invitación. Así que, gracias por estas horas.
Seguiremos en estas discusiones, debates y encuentros de una hermandad que nunca debió ser quebrada.